En contadas ocasiones, los clásico suelen guardarse debajo de la alfombra. Sin embargo, el de ayer en La Ciudadela no fue el caso; fue rico en sensaciones, en ocasiones de gol, en vértigo. Los dos, San Martín y Atlético, se repartieron la posta de la autoridad. Incluso pudieron ganar y también perder, aunque si de desmenuzar ocasiones propicias de festejos se trata, ahí el “decano” fue el mejor y a la vez el peor, por fallar tanto.
Dio la sensación de que hasta le hizo precio Atlético al “santo” en su edén. No lo quiso condenar al infierno cuando debió hacerlo, y por esa misma razón el 2 a 2 fue su resultado castigo. Quizás no quiso matar al rival, porque con el marcador como estaba, la Copa LA GACETA era tan suya como imposible para un San Martín que nunca tuvo tanto control como ganar por dos goles de diferencia.
Una parada obligada será el bombazo de Diego Barrado en el ángulo de Pave, y otra el meteorito de Matías Carabajal. Qué misil conectó “Moro” sobre el vértice derecho de “Gordo”, gracias a una desprolijidad del mejor de la casa: Becica. El 10 perdió al jujeño tras un rechazo de un córner y Carabajal no perdonó, abrió el marcador y un partido chato en sutilezas.
Como suele suceder en las segundas partes, el local precisó de un cambió de aire. Lenci logró levantar los ánimos y también astillar el travesaño segundos antes de que Cáceres capturara con la frente el rebote y emparejara el match. Con el 1-1, San Martín recuperó el coraje que no había tenido antes.
Igual, tanta furia chocó con la pobre noche de Seri y Max. Fue una autopista el medio local, un regalo para el buen pie “decano”.
Barrado, pícaro si los hay, pintó una jugada perfecta, con pared en sociedad con Ontivero y movida personal hasta la raya. Centro colgado al segundo palo y cabezazo al suelo de Longo. Golazo, 2-1.
Esa hubiera sido la postal justa, pero Lucchetti se vio forzado a bajar a Becica y a darle la chance al 10 del 2-2. Así fue. El empate le quedó cortó a un Atlético cuyo consuelo fue la Copa LA GACETA y haberse retirado invicto de los clásico de verano. Mal no le fue, ¿no?